lunes, 24 de agosto de 2015

¿Quién lo hubiera dicho? - Capítulo 2


– ¿Cómo estás? – preguntó su madre, apoyando una mano en su hombro.

– Bien, supongo – contestó Andrés. Su madre siempre había sabido que él estaba enamorado de Laura y ser testigo de toda la situación casi le había dolido más a ella que a él –. Ya se me pasará… Tampoco es que pueda hacer nada.

– Quizá sí haya algo que pueda hacer yo – propuso su madre. Siempre le había gustado mimar a sus hijos, y más cuando éstos estaban atravesando una mala racha –. ¿Quieres que te traiga ese helado de brownie que tanto te gusta?

– No te preocupes, mamá, no hace falta.

– Está bien, hijo – y lo dejó solo en la habitación. Andrés sabía que iría igualmente a por el helado y que él se lo comería igualmente. Como solía decir Laura, el helado está tan bueno que se puede comer aunque sea invierno.  Y aunque estés deprimido, añadió mentalmente Andrés.

Se tumbó bocarriba en la cama, mirando cómo las aspas del ventilador daban vueltas. Suspiró. Hacía demasiado calor y el aire que se movía estaba caliente. Así no podría dormir. Maldita ola de calor. Suspiró de nuevo y se levantó.

Encendió el portátil. Internet. Facebook. Laura Ramírez. Bajó la pantalla de un manotazo y se tumbó de nuevo en la cama. Cogió el móvil, abrió Instagram y apareció una foto de Jorge en el parque. Sesenta “Me gusta” y un comentario: “Bonita foto :D”. Era de Laura. Bloqueó el móvil y lo dejó caer sobre su estómago. Suspiró.

Intentó de nuevo conciliar el sueño y, a poco de conseguirlo, entró su madre por la puerta.

– Hola, cariño. Mira lo que traigo – dijo, y alzó una tarrina de helado y una cuchara sopera.

Andrés se incorporó, cogió el helado y la cuchara y le dio las gracias. En cuanto ella cerró la puerta tras de sí, empezó a comérselo. Paró un momento para abrir de nuevo el portátil y poner una de las películas de Harry Potter. Siempre le había gustado la historia del niño mago y esta vez le serviría para aislarse de todo lo que había pasado en las últimas veinticuatro horas.

En cuanto terminó, volvió de golpe a la realidad. Todo el enfado y la ira que se habían mantenido escondidos durante el día le llegaron de golpe. Agarró el teléfono, lo desbloqueó con furia y le mandó un mensaje a Laura: “Espero que lo estéis pasando bien.”. El punto final del mensaje era la clave, era su señal para indicar que no estaba contento y ella lo sabía.

Apagó el teléfono, dejó el ordenador sobre el escritorio y se acostó sobre un lado, arrepintiéndose de lo que acababa de hacer. Mientras se debatía entre encender de nuevo el móvil para ver si Laura había contestado o dejarlo para la mañana siguiente, se quedó dormido.



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